Mi trabajo como Corredor de Negocios me obliga a sostener permanentemente reuniones con dueños de empresas y con empresarios deseosos de adquirir buenas oportunidades de negocios. El éxito de mi gestión, diría yo, se mide cuando se obtiene el “encuentro de las mentes” entre comprador y vendedor, y se logra cerrar el negocio.

Podrá usted imaginarse, amigo lector, lo que implica arribar al sublime momento del “cierre” de un negocio: múltiples reuniones con el vendedor, su abogado y su contador; con el comprador y sus asesores; con el arrendador del inmueble donde opera el negocio; con las instituciones financieras que intervienen en la operación y pare usted de contar.

Para cumplir con un programa diario de trabajo que implica promoción, captación, seguimiento y culminación de cada caso es necesario el uso de un sistema de control de las actividades. Todo ejecutivo moderno deberá utilizar, por lo menos, un calendario -electrónico o de papel- donde anote todos los compromisos futuros e incluya la hora y sitio de las reuniones a sostener.

Es así que cada mañana salimos a “patear la calle” con optimismo y con nuestra agenda impecablemente preparada para hacer de ese día uno de los más fructíferos de nuestra vida.

Pero como suele ocurrir cuando tratamos con personas que no son “suizas” hay ocasiones en que el programa se descalabra porque a nuestra contraparte se le olvidó el compromiso y llega retardado o, simplemente, no acude a la cita. A pesar de que Dale Carnegie, el famoso autor, recomendaba no esperar nunca a nadie por más de 15 minutos, es probable que nuestra vena latina nos mantenga allí hasta “que el cuerpo aguante” y, con indignación disimulada, toleremos el abuso.

Es evidente que la impuntualidad representa una desconsideración y una falta de respeto para quienes nos esperan. Yo diría que en muchas ocasiones la impuntualidad del impuntual favorece al puntual porque coloca al que incumple en desventaja, en deuda, con quien es puntual. En una negociación el que llega tarde ya comienza con puntos en su contra y tendrá la tendencia a ceder algo para compensar su retardo.

La anécdota que a continuación les relataré ilustra con humor las consecuencias extremas de la impuntualidad. Veamos.

Érase una reunión en la que al Padre Pascual le estaban haciendo una cena de despedida por sus 25 años de trabajo pastoral ininterrumpido en una Parroquia. Un importante político de la localidad fue elegido por la comunidad para pronunciar el discurso de despedida y entregarle al sacerdote una placa conmemorativa del acto.

En vista de que el político no llegaba, el sacerdote comenzó a decir unas palabras para llenar el tiempo. Emocionado el religioso apuntó:

Mi primera impresión de la Parroquia la tuve con la primera confesión que me tocó escuchar. Pensé que me había enviado el Obispo a un lugar terrible, ya que la primera persona a quien confesé me dijo que siendo un adolescente se había robado un televisor de un hotel; que les había sustraído subrepticiamente dinero a sus papás en más de una ocasión, que había estafado a la empresa donde trabajaba y que, además, en ocasiones se dedicaba a la venta de drogas entre los muchachos del vecindario.

Me quedé asombrado, estupefacto, preocupadísimo pero conforme fueron transcurriendo los días fui conociendo a más gentes que no eran para nada semejantes a esta persona. Es más, viví la realidad de una parroquia llena de gente responsable, con valores, comprometida con su fe y así he pasado los 25 años más maravillosos de mi sacerdocio.

Justamente en este momento llegó el político, por lo que se le dio inmediatamente la palabra. Inicio su discurso pidiendo excusas por su retardo y prosiguió diciendo con una amplia sonrisa lo siguiente:

Nunca se me va a olvidar el día en el Padre Pascual llegó a nuestra parroquia. Era un joven sacerdote lleno de fervor católico y con inmensos deseos de servirle a nuestra comunidad; de hecho, tuve el honor de ser la primera persona que se confesó con él…»

Moraleja: se siempre puntual y recuerda con Napoleón Bonaparte que “la Hora es la Hora. Un minuto antes no es la Hora, un minuto después, tampoco es la Hora».

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*Negocios en Florida

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